Diez terribles verdades sobre los memorandos de tortura de la CIA
(Primera parte)
21 de abril de 2009
Andy Worthington
Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 03 de octubre de 2023
Andy Worthington, autor de The Guantánamo Files,
analiza diez hechos especialmente inquietantes que se desprenden de los cuatro
memorandos, que pretenden justificar el uso de la tortura por parte de la CIA,
y que fueron publicados por la Oficina de Asesoría Jurídica (OLC) del
Departamento de Justicia en agosto de 2002 y mayo de 2005, y hechos públicos
por la administración Obama la semana pasada. El artículo se publica en dos
partes.
La OLC, como explicaba el New York Times en septiembre de 2007, ocupa una posición
singularmente influyente, ya que "interpreta todas las leyes que afectan a
las competencias del poder ejecutivo". Las opiniones del jefe de la
oficina son vinculantes, salvo en las raras ocasiones en que son revocadas por
el fiscal general o el presidente". Por tanto, la administración
consideraba los dictámenes jurídicos como un "escudo de oro", aunque,
como señaló el abogado Peter Weiss la última vez que escribí
sobre los crímenes de guerra de la administración Bush, "no puede ser
vinculante si viola la constitución, o una prohibición de ius cogens del
derecho internacional, por ejemplo, la tortura, o, tal vez, si se hizo por
encargo del ejecutivo, como usted demuestra que fue".
1: Los "memorandos sobren la tortura" (agosto de 2002)
El primero de los cuatro memorandos (PDF),
fechado el 1 de agosto de 2002, es una pieza complementaria del tristemente
célebre "Torture Memo" del mismo día (PDF), filtrado
a raíz del escándalo de Abu Ghraib, que, como es sabido intentaba redefinir la
tortura como la imposición de un dolor físico "equivalente en intensidad
al dolor que acompaña a una lesión física grave, como la insuficiencia
orgánica, el deterioro de las funciones corporales o incluso la muerte", o
la imposición de un dolor psíquico que "produzca un daño psicológico
importante de duración significativa, por ejemplo, que dure meses o incluso
años".por ejemplo, que dure meses o incluso años".
Estas definiciones se justificaron como intentos legítimos de interpretar lo que los autores del
memorando -el abogado de la OLC John Yoo y el fiscal general adjunto Jay S.
Bybee- consideraban imprecisiones en la redacción de la prohibición de la
tortura en la Convención
de la ONU contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o
Degradantes, tal y como se aplica en las secciones 2340-2340A del título 18
del Código de Estados Unidos, que define la tortura como cualquier acto
cometido por un individuo con la "intención específica de infligir graves
dolores o sufrimientos físicos o mentales... a otra persona bajo su custodia o
control físico".
En sus intentos de justificar el uso de la tortura por parte de las fuerzas estadounidenses, Yoo y
Bybee no sólo trataron de redefinir "dolor o sufrimiento grave" y
"dolor o sufrimiento mental grave"; también trataron de anular el concepto
de "intención específica" proporcionando una defensa para cualquier
persona cuyas acciones se llevaran a cabo "de buena fe" y, además,
señalaron: "Incluso si un método de interrogatorio violara discutiblemente
la Sección 2340A, el estatuto sería inconstitucional si invadiera de forma
inadmisible el poder constitucional del Presidente para llevar a cabo una
campaña militar".
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El "memorando sobre la tortura" ya era bastante perturbador de por sí,
por supuesto, y en particular porque proporcionó gran parte de la justificación
para los horrendos malos tratos a los prisioneros que siguieron, en Guantánamo,
Afganistán e Irak, pero hasta la semana pasada el contenido del segundo
memorando -que autorizaba el uso de técnicas de tortura específicas para que la
CIA las empleara con el supuesto "detenido de alto valor" Abu Zubaydah- nunca se había
siquiera vislumbrado, aunque sabíamos mucho de lo que contenía por los informes
de las entrevistas de la Cruz Roja con los 14 "detenidos de alto
valor" trasladados a Guantánamo en septiembre de 2006 -incluidos, por
supuesto, Abu Zubaydah y Khalid Sheikh Mohammed (KSM)- de los que informó por primera vez Jane Mayer, y aparecieron de forma
destacada en su libro The
Dark Side (El lado oscuro), y luego fueron analizados en detalle por Mark
Danner para la New
York Review of Books, en un artículo publicado el mes pasado, y en un artículo de seguimiento,
acompañado del propio informe de la Cruz Roja (PDF), que se publicó hace dos semanas.
En el memorando de 18 páginas, John Yoo y Jay Bybee aprobaron el uso de diez técnicas prohibidas en
el Manual de Campo del Ejército, que evita la violencia física y, en su lugar,
establece una serie de maniobras psicológicas para asegurar la cooperación.
Cuando son aplicadas con paciencia por interrogadores expertos, estas técnicas
(que, en esencia, también siguen varias agencias de inteligencia, incluido el
FBI) son de una eficacia demostrable y, durante años, han servido para
demostrar que Estados Unidos es capaz de operar sin recurrir al uso de la
tortura, pero la administración Bush hizo caso omiso de su eficacia,
introduciendo la tortura en el ejército y la CIA, y dejando de lado a quienes,
como el FBI, habían empezado realmente a obtener resultados tanto con Abu
Zubaydah como con algunos de los presos de Guantánamo sin recurrir al uso de la tortura.
Las diez técnicas -cuyo uso está minuciosamente microgestionado con una escalofriante y fría
atención al detalle- incluyen un puñado de tácticas físicas que, en mi opinión,
parecen leves en comparación con la violencia física generalizada que acompañó
a la detención en la "Guerra contra el Terror" ("agarre de
atención", "sujeción facial" y "bofetada facial (bofetada
de insulto)"), y una forma más insidiosa de violencia
("amurallamiento"), que consiste en arrojar repetidamente a los
presos contra una pared falsa. Mucho más inquietantes son el uso de posturas de
estrés, la privación del sueño, el confinamiento en pequeñas cajas, el
ahogamiento simulado y, sacada directamente de 1984 de George Orwell, la
propuesta de aprovecharse del miedo de Zubaydah a los insectos colocando un
insecto en su "caja de confinamiento".
Esta última técnica, al parecer, nunca se utilizó, pero todas las demás sí, y el memorando intentaba
alegremente desestimar las pruebas existentes desde hace tiempo de que todas
ellas pueden considerarse tortura conformándose con los límites de tiempo
impuestos a la reclusión en las "cajas de confinamiento", declarando
que el uso de dolorosas posturas de tensión (a las que no parece haberse
impuesto ningún límite de tiempo) sólo se llevó a cabo "para inducir
fatiga muscular",y al afirmar que el colapso mental bien documentado que
puede provocar la privación de sueño sólo implicaría, en cambio, un malestar
leve que "generalmente remitiría tras una o dos noches de sueño
ininterrumpido", a pesar de que, como también señalaron Yoo y Bybee,
"nos ha informado verbalmente de que no privaría a Zubaydah de sueño
durante más de once días seguidos"."
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Justificando el uso del submarino -una forma de ahogamiento controlado que los honrados
torturadores de la Inquisición española conocían como "tortura del
agua" y que, en una encarnación anterior de Estados Unidos (Vietnam),
supuso el procesamiento de soldados estadounidenses por su uso- Yoo (foto, izquierda)
y Bybee aprobaron tranquilamente sesiones de 20 minutos en las que,
presumiblemente, el procedimiento de 20 a 40 segundos se repetía con la
frecuencia necesaria, y se encogieron de hombros ante el uso demostrablemente
bien documentado del submarino como forma de tortura, señalando que, en las
escuelas militares de EE.UU., donde se enseña en el programa de
contrainterrogatorio conocido como SERE (Supervivencia, Evasión, Resistencia,
Escape), del que se hizo ingeniería inversa para la "Guerra contra el
Terror", nunca ha producido, según los "expertos" consultados
por la administración, "ningún efecto adverso para la salud mental".
2: Los memorandos Bradbury (mayo de 2005)
Esta afirmación es, por supuesto, monstruosamente falsa, como demostró el psicólogo Jeffrey Kaye en
un artículo la semana pasada, pero la premisa subyacente del memorando de
agosto de 2002 -que, aunque la tortura era necesaria para "quebrar" a
los prisioneros de la CIA, no era realmente tortura porque no infligía
"dolor o sufrimiento físico o mental grave"- se explicó con mucha más
claridad en mayo de 2005, cuando el Fiscal General Adjunto Principal de la OLC,
Steven G. Bradbury, presentó otros tres memorandos, también publicados la
semana pasada (y disponibles en PDF aquí, aquí y aquí). Bradbury, elaboró otros
tres memorandos, también publicados la semana pasada (y disponibles en formato
PDF aquí, aquí y aquí), que retomaban la cuestión donde la habían dejado Yoo y Bybee.
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A lo largo de 106 páginas, en su intento de interpretar la tortura de modo que no
contraviniera la Convención contra la Tortura y las Secciones 2340-2340A del
título 18 del Código de los Estados Unidos, Bradbury volvió sobre gran parte de
los temas tratados por Yoo y Bybee (foto, izquierda), pero sin darse cuenta dejó
aún más claro que sus predecesores que había un abismo ridículo entre, por un
lado, respaldar la tortura y, por otro, intentar afirmar que no causaría daños
físicos o mentales graves.
Como en el caso de los memorandos anteriores, desde mi punto de vista los argumentos acerca de que las
técnicas no causaban dolor físico severo eran más plausibles que aquellos en
los que Bradbury intentaba argumentar que las técnicas derivadas del programa
SERE -que se basan en enseñar a los soldados a resistir técnicas diseñadas para
causar un colapso mental completo- no causan dolor o sufrimiento mental severo.
El mero hecho de que los psicólogos del SERE ocuparan un lugar tan destacado en
el programa de torturas de la CIA deja claro que la "indefensión aprendida"
-que implica el brutal entrenamiento de los prisioneros para que se vuelvan
dependientes de sus interrogadores para cualquier migaja de consuelo en sus
desdichadas y torturadas vidas- estaba diseñada no sólo para causarles dolor o
sufrimiento mental severo, sino para destruirlos mentalmente por completo. Como
señaló el propio Bradbury, al hablar de las "técnicas de
condicionamiento" que sustentan las condiciones de reclusión de los
prisioneros de la CIA, "se utilizan para 'demostrar al [detenido] que no
tiene control sobre las necesidades humanas básicas'".
Y, sin embargo, página tras página, Bradbury concluye que "la desnudez, la manipulación de la
dieta y la privación del sueño" -que ahora se revela explícitamente como
no sólo mantener despierto a un prisionero, sino colgarlo, desnudo salvo por un
pañal, de una cadena sujeta a grilletes alrededor de sus muñecas- son,
esencialmente, técnicas que producen un malestar insignificante y pasajero. Se
nos dice, por ejemplo, que la ingesta calórico "siempre será igual o superior
a 1.000 kcal/día", y se nos anima a comparar esta inanición forzada con
"varios programas comerciales de pérdida de peso en Estados Unidos que
implican reducciones similares o incluso mayores de la ingesta calórica"
En el "rociado con agua", una nueva
técnica introducida desde 2002, en la que presos desnudos son rociados
repetidamente con agua fría, se nos informa de que "las indicaciones de
exposición máxima se han 'fijado en dos tercios del tiempo en el que, basándose
en la amplia literatura y experiencia médicas, cabría esperar que se produjera
hipotermia en individuos sanos sumergidos en agua de la misma
temperatura,'" y en lo que se refiere al submarino, Bradbury
confirma clínicamente que se puede utilizar 12 veces al día durante cinco días
en un periodo de un mes - un total de 60 veces para una técnica que es tan
horrible que se supone que una sola aplicación hace que incluso el terrorista
más endurecido tenga literalmente arcadas de contarlo todo.
3: La bomba de relojería
Los memorandos Bradbury están plagados de fascinantes retazos de información - "Se
guardan minuciosos registros de cada interrogatorio", por ejemplo-, pero
uno de los más reveladores es el establecimiento de que, aunque el conjunto de
técnicas "no se utiliza a menos que la CIA crea razonablemente que el
detenido es un 'miembro de alto rango de Al Qaeda o [sus afiliados], y el
detenido tenga conocimiento de amenazas terroristas inminentes contra EE.UU. o
haya participado directamente en la planificación de atentados", el uso
del submarino está "aún más limitado, ya que requiere información de
inteligencia creíble de que un atentado terrorista es inminente ... indicadores
sustanciales y creíbles de que el sujeto posee información de inteligencia que
puede prevenir, interrumpir o retrasar este ataque; y [la determinación de que]
otros métodos de interrogatorio no han logrado obtener la información [y que]
es improbable que otros... métodos obtengan esta información dentro del plazo
percibido para prevenir el ataque"; en otras palabras, el escenario de la
bomba de relojería, que, fuera del mundo de Jack Bauer, nunca ha ocurrido realmente.
4: El implacable submarino de Abu Zubaydah y Khalid Sheikh Mohammed
Esta distorsión de la realidad ya me parece bastante inquietante, pero, una vez decidido que éste era
efectivamente el caso de Abu Zubaydah, KSM y otro prisionero, Abdul Rahim al-Nashiri, la CIA y sus amos decidieron que, en el
caso de Zubaydah, era, como revela Bradbury en un pasaje extraordinariamente
revelador, "necesario utilizar el submarino 'al menos 83 veces durante
agosto de 2002'" y "183 veces durante marzo de 2003" en el interrogatorio de KSM.
Son cifras alucinantes y, además, parecen revelar no que cada horrible ronda de casi ahogamiento y
pánico, repetida una y otra vez, desactivara una única bomba de relojería, sino
que, por el contrario, se convirtió en una macabra compulsión por parte de los torturadores,
que sólo condujo a las innumerables falsas alarmas denunciadas por los
funcionarios de la CIA y el FBI que hablaron con David Rose para Vanity Fair el pasado diciembre, o, como informó el escritor Ron
Suskind en 2006, después de que Zubaydah "confesara" todo tipo de
supuestos complots -contra centros comerciales, bancos, supermercados, sistemas
de abastecimiento de agua, centrales nucleares, edificios de apartamentos, el
puente de Brooklyn y la Estatua de la Libertad- "miles de hombres y
mujeres uniformados corrieron presas del pánico hacia cada objetivo...".
Estados Unidos torturaba a un perturbado mental y luego saltaba, gritando, a
cada palabra que pronunciaba."
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Una señal de que éste es efectivamente el caso viene en una inquietante nota a pie
de página, en la que Bradbury (foto, izquierda) señalaba: "Esto no quiere
decir que el programa de interrogatorios haya funcionado a la perfección. Según
el Informe IG [un informe interno masivo e inédito que criticaba claramente
gran parte del programa], la CIA, al menos al principio, no siempre podía
distinguir a los detenidos que tenían información pero se resistían con éxito
al interrogatorio de los que en realidad no tenían la información... al menos
en una ocasión, esto puede haber dado lugar a lo que en retrospectiva podría
considerarse el uso innecesario de técnicas mejoradas. En esa ocasión, aunque el
equipo de interrogación en el lugar de los hechos consideró que Zubaydah se
mostraba conforme, algunos elementos del Cuartel General de la CIA seguían
creyendo que estaba ocultando información [pasaje redactado]. Por consiguiente,
siguiendo instrucciones del cuartel general de la CIA, los interrogadores
utilizaron una vez más el submarino con Zubaydah [pasaje redactado]."
5: Las diferencias cruciales entre el SERE y el submarino de la CIA
Además, como deja claro otra reveladora nota a pie de página, el informe del IG también señalaba
que, "en algunos casos, el submarino se utilizó con una frecuencia mucho
mayor de la indicada inicialmente", y también que "se utilizó de
forma diferente" a la técnica descrita en el dictamen del DoJ y empleada
en el entrenamiento SERE. Como explicaba el informe, "la diferencia
radicaba en la forma en que se obstruía la respiración de los detenidos. En la
escuela SERE y en el dictamen del DoJ, el flujo de aire del sujeto se
interrumpe mediante la aplicación firme de un paño húmedo sobre las vías
respiratorias; el interrogador aplica una pequeña cantidad de agua al paño de
forma controlada. Por el contrario, el interrogador de la Agencia ... aplicó
grandes cantidades de agua a un paño que cubría la boca y la nariz del
detenido. Uno de los psiquiatras/interrogadores reconoció que el uso de la
técnica por parte de la Agencia es diferente del utilizado en el entrenamiento
SERE porque es 'de verdad' y resulta más conmovedor y convincente".
Además, el informe del IG señalaba que la OMS, la Oficina de Servicios Médicos de la CIA,
sostenía que "la experiencia de los psicólogos/interrogadores del SERE
sobre el submarino fue probablemente tergiversada en su momento, ya que la
experiencia del SERE con el submarino es tan diferente del uso posterior de la
Agencia que la hace casi irrelevante". Escalofriantemente, el informe
continuaba: "En consecuencia, según la OMS, no había ninguna razón a
priori para creer que aplicar el submarino con la frecuencia e intensidad con
que lo utilizaron los psicólogos/interrogadores fuera eficaz o seguro desde el
punto de vista médico."
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